XV

Un acto mundano es intrascendente, gratuito e inmotivado; es un acto de gracia, una muestra de generosidad que no (se) debe a nadie, que no acepta deudas ni pagos, no busca resultados, a corto o medio plazo, ni recompensas que premien su actitud. Todo acto dirigido es trabajo o proyecto. Trabajar no es actuar, es caer en desgracia y perder el don. El regalo y la sorpresa son el modelo de todo acto de mundanidad, cualquier cosa para cualquiera, incluido uno mismo, que surja de improviso, impulsada por una necesidad profunda, singular e inintercambiable. Actuar es regalar(se) un mundo, hacer un regalo; dar(se) una sorpresa. El regalo, por su propia naturaleza, es lo imposible de pedir, exigir, reclamar y, por la misma causa, es lo imposible de recibir, no se puede conceder en respuesta a una súplica o bajo amenazas, coerciones de cualquier tipo. El DON rige fuera de la economía, es extraeconómico, no sabe de cálculos ni de equivalencias; es exactamente lo que se DA cuando no se PIDE, sin pedir nada. Los amantes se hacen regalos, son un regalo uno para el otro. El regalo siempre es (el) fruto de una relación, una relación encarnada, un acto de fe. La proliferación actual de relaciones abstractas, sobre todo en el ámbito de las redes sociales, constituye una perversión del esquema primigenio del regalo y una conversión del acto de gracia en un acto mezquino. La mezquindad organizada de la red exige darlo todo y recibirlo todo, como un mero acto de intercambio o de pillaje no penalizado, sin que exista una relación que funde, dé sustento al don. La secuencia completa se ha invertido: el regalo no es la expresión de una relación, al contrario, sólo tengo una falsa relación en cuanto que doy o recibo, si y sólo si estoy en relación en cuanto sujeto económico de afectos, objetos o servicios, que la maquinaria previa de la red ha reducido, pulverizado, a datos indiferenciados. El sujeto de la relación digital es un receptor, un intercambiador de datos, un mero relé de transmisión, guiado a la vez por una lógica depredadora y de contraprestación, de ganancia y de pérdida. No duda en aplicar la misma lógica a la vida diaria. Después de todo, un banco de datos sigue siendo un banco.