XIV

Un mundo abandonado a su suerte, porque nadie ni nada cuida de él, olvidado por los cielos y expulsado del averno, es un objeto de fascinación continua, frágil, efímero, reino de la contingencia y el azar, lleno de instantes singulares y delicados. Tanto puede inspirar un sentimiento peculiar de ternura y piedad, como provocar pánico, causar miedo o suscitar toda una gama de sentimientos que oscilan entre el rechazo y la angustia. Los seres que pueblan este mundo, por necesidad también abandonados y que viven inmersos en el abandono, apenas tienen tiempo de aparecer, agruparse como pueden, tejer un número limitado de relaciones débiles y fugaces, y desaparecer como si nunca hubieran existido. Pero la energía potencial que estalla en cada aparición, y se consume en cada desaparición, ilumina el planeta con la fuerza de mil soles, energía incalculable, fuera de control, de lo singular y la singularidad.