IX

Desde un punto de vista energético, surge la pregunta lógica de para qué gastar fuerzas y perder tiempo en creer en otro mundo, cuando el verdadero problema es que nadie cree en el mundo que le rodea, a pesar de que es un mundo otro al infinito, inacabable e ingobernable. Si nadie es capaz de creer, ni por un instante, en lo más próximo, al contrario, se presenta como la increíble creencia o la creencia de lo increíble cotidiano, es poco menos que pedir un esfuerzo desmesurado e inútil, la creencia en un lejano más allá. La respuesta también lógica es que por eso mismo, en realidad, no hay contradicción en esta actitud: la intensidad en la creencia en otro mundo, allá, es proporcional a la incredulidad frente a este mundo, aquí. El creyente es la otra cara del incrédulo, la culminación de la fe surgida del cansancio de la vida.