I

Ninguna especie de lo GENERAL, organizada en incontables mapas de restricción, férreos controles fundados en el lenguaje, el habla y el sujeto hablante, puede dar cuenta de la excepcionalidad y singularidad de lo que CUALQUIERA, en cualquier lugar del mundo, sin remedio y de forma involuntaria, experimenta CADA DÍA desde que se levanta hasta que se acuesta: el ser concreto e inefable de lo mundano, reino sagrado de los detalles y las insignificancias. A pesar de las medidas de excepción, y todas las precauciones tomadas, es imposible evitar que las cosas y los seres mundados (res mundanae), las criaturas distinguidas pero silenciosas que pueblan la tierra y salen a nuestro encuentro, lleguen a establecer contacto, resplandan con toda la DISTINCIÓN de la que son capaces, e inunden de luz los ojos cansados, vivifiquen el espìritu y el cuerpo, contagien su fuerza y alegren la existencia. Hay un único mundo REAL, y no puede ser sino alegre, lleno de alegría inexplicable; la tristeza no tiene (el) mundo, es lo que impide ser mundano, disfrutar de lo irrepetible y lo singular como única repetición posible.